Estaba anocheciendo, y Jesús se encontrada en un lugar desierto, pero acompañado de una gran multitud. En ese momento, sus discípulos le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer”.
Jesús les dijo: “No tienen necesidad de irse. Denles ustedes de comer”.
Qué importante lo que Jesús les estaba enseñando. Él no solo tiene cuidado de nuestra vida espiritual, sino también, de todas nuestras necesidades.
Y ellos le dijeron: “No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces”. Jesús les dijo: “tráiganmelos acá”.
Entonces, mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo y los repartió. Más de cinco mil personas comieron y se saciaron.
Este tremendo milagro partió de un pequeño desprendimiento. Los discípulos tenían que aprender a compartir lo poco que tenían, confiando en la infinita bondad de Dios.
Mientras que Jesús les enseñó a poner los ojos en el cielo, bendecir y siempre dar gracias a Dios por su provisión diaria.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”.
— Mateo 14:20-21
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