En esos días, le informaron a Jesús que Pilato había asesinado a varias personas de Galilea mientras ofrecían sacrificios en el templo.
“¿Piensan que esos galileos eran peores pecadores que todas las demás personas de Galilea?, preguntó Jesús. ¿Por eso sufrieron? De ninguna manera. Y ustedes también perecerán a menos que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Dios”.
La noticia había conmocionado a la región. El Gobernador había asesinado personas que estaban buscando reconciliarse con Dios. Todos se preguntaban: ¿Dónde estaba el Creador que no los protegió?
Y la única respuesta que se les ocurrió fue pensar que eran hombres demasiado pecadores, y que por eso no alcanzaron la protección del Altísimo.
Esta explicación acentuó la creencia hasta hoy vigente de que Dios no recibe a los que son demasiado pecadores, y que si yo soy menos pecador que ellos, debo sentirme bien, pues tengo asegurado mi pase al cielo.
Jesús desvirtuó esta forma de pensar. No hay pecadores mayores ni pecadores menores. Todos debemos arrepentirnos y pedir perdón a Dios cada día antes de entrar a su presencia. Las puertas del cielo están abiertas para todos. El Señor no hace acepción de personas.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“En esos días, le informaron a Jesús que Pilato había asesinado a varias personas de Galilea mientras ofrecían sacrificios en el templo.
“¿Piensan que esos galileos eran peores pecadores que todas las demás personas de Galilea?, preguntó Jesús. ¿Por eso sufrieron? De ninguna manera. Y ustedes también perecerán a menos que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Dios”.
— Lucas 13:1-3
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