Al culminar el sacrificio de la cruz, Jesús soltó otro fuerte grito y dio su último suspiro. El oficial Romano que estaba frente a él, al ver cómo había muerto, exclamó: “Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios”.
¿Qué extraña comunicación hubo entre el Cristo crucificado y este oficial Romano? Aquella autoridad militar pudo observar la injusticia legal y la tortura inmisericorde propinada por los soldados.
Le tocó seguir de cerca al Cordero de Dios que no abrió su boca para defenderse, ni emitió acusación alguna contra sus ejecutores.
Este oficial Romano no entendía las profundidades de las Escrituras, pero algo había visto que los demás no vieron: Tuvo una revelación de la gloria de Cristo como el auténtico Hijo de Dios.
Nadie se lo contó, a él nadie le explicó; pero Dios mismo le mostró que estaba parado frente al Rey de Reyes y Señor de Señores.
Es Dios quien se revela al hombre, es Cristo quien manifiesta su luz admirable de manera sorprendente. Nos toca a nosotros compartir las buenas nuevas de salvación con fidelidad.
Nunca descartemos a nadie: Hasta un ilustre oficial Romano, quien tenía a su cargo la ejecución del Salvador, reconoció que Jesús era el Hijo de Dios.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Entonces Jesús soltó otro fuerte grito y dio su último suspiro. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El oficial romano que estaba frente a él, al ver cómo había muerto, exclamó: ¡Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios!”
— Marcos 15:37-39
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