¿Cuál es el lugar de Dios, y cuál es mi lugar? ¿Estamos al mismo nivel?
Jesús enseñó a orar a sus discípulos, diciendo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”.
Lo primero que el Señor quiso instalar en sus seguidores era el concepto de que Dios está en los cielos. Desde allí, desde su trono glorioso, orquesta y canaliza todos los acontecimientos que suceden en la historia de la humanidad, y por supuesto, en nuestra historia personal.
Desde su trono en los cielos tiene una visión elevada de lo que sucedió, sucede y sucederá en nuestras vidas. Por eso, es una necedad dejar de escuchar sus advertencias y consejos, para preferir nuestra visión obtusa y limitada.
También, el Salvador nos enseña a santificar el nombre de Dios en este mundo. Pero, ¿Cómo podemos hacer más santo a Dios de lo que ya es? Obviamente no se está refiriendo a su esencia, sino a su nombre, a su reputación delante de la humanidad.
La gente va a conocer a Dios a través de nosotros. Honremos al Señor que está en los cielos y defendamos su buen nombre y eficacia con mejores ejemplos de vida.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
— Lucas 11:2
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