Una vez que arrestaron a Jesús, fue llevado ante el prefecto Poncio Pilato. Afuera, la multitud pedía su muerte. Pilato interrogaba al Salvador, mas no encontraba respuesta alguna.
Entonces le dijo: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?”
Respondió Jesús: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”.
Pilato se sintió mucho más presionado por la situación: De una manera abrupta se estaba enterando que su autoridad no provenía del Imperio Romano, sino de Dios mismo.
Lastimosamente, no estuvo a la altura de las circunstancias. Por esta razón, el Creador nos manda a orar y someternos a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino departe de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas (Romanos 13:1).
Cada policía que veamos por las calles, cada alcalde, congresista, juez, fiscal o presidente, son autoridades nombradas por el Altísimo. Pueden saberlo o no; ser presas de la corrupción o brillantes ejemplos de honorabilidad.
Lo importante es que necesitan nuestro respaldo en oración y el respeto a su alta investidura, para mantener así el orden establecido por Dios.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene”.
— Juan 19:10-11
Comparte la meditación del día con tus amigos en las redes sociales. Un mensaje oportuno puede marcar la diferencia en su camino.











Replica a Jaime Echevarria Cancelar la respuesta