Jesús entró en el templo y vio a un hombre que tenía una mano deforme. Los religiosos vigilaban: Si lo sanaba, tenían pensado acusarlo por trabajar en el día de descanso.
Dios les había dado un día especial en la semana para dejar sus labores y preocupaciones de sustento. El objetivo era dedicar un tiempo específico para buscar al Altísimo, conocerle más, y disfrutar de la vida en familia.
Esto es vital para que el hombre mantenga un equilibrio mental, emocional y físico. Sin embargo, Dios jamás les prohibió que ese día de descanso estén atentos a las necesidades de los demás.
El Salvador le dijo al hombre con la mano deforme: “Ven y ponte de pie frente a todos. Ahora extiende tu mano”. Así que el hombre la extendió y la mano quedó restaurada.
Jesús, el Señor del día de reposo, determinó: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (Mateo 12:7).
Tomemos un día de descanso para contemplar y agradecer a Dios por su gran bondad y provisión. Aprovechemos la oportunidad para fortalecer los lazos familiares y organizar mejor nuestro hogar. Usemos también ese día especial para ayudar a los necesitados.
El día de descanso no es una ley con castigo; es un regalo sabio del Creador para disfrutar y practicar Su misericordia.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Miró uno por uno a los que lo rodeaban y luego le dijo al hombre: “Extiende la mano”. Entonces el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada! Al ver esto, los enemigos de Jesús se llenaron de rabia y comenzaron a discutir para decidir qué harían con él”.
— Lucas 6:10-11
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