La pasión y muerte de Jesús es el acto de injusticia más grande en la historia de la humanidad. Los testigos falsos, el arresto a escondidas, el juicio sumario, y la ejecución inmisericorde, son los elementos que han llevado a los estudiosos a declarar el hecho como ilegal, aun en su época.
Pero si nos quedásemos solo con esta visión, pensaríamos que Dios perdió el control de la situación, y que fue la maldad la que venció a la justicia.
Jesús puso en claro su increíble plan de salvación cuando afirmó: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
De tal modo que esta manifiesta injusticia de los hombres, aun así, sirvió para cumplir los propósitos eternos del Altísimo. El acto más ilegal de la humanidad permitió mostrar el acto más grandioso del amor de Dios por nosotros.
Siempre, en líneas generales, todo acto de injusticia que el Creador permite, recae bajo su soberanía. Si bien, no podemos entender y asimilar la frustración al inicio, con el tiempo veremos el sabio propósito de Dios en todo.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
— Juan 10:17-18
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