Jesús, hablando en Nazaret, les decía: “Seguramente ustedes me citarán el proverbio que dice: Médico, cúrate a ti mismo, para decirme: Haz milagros aquí en tu propio pueblo como los que hiciste en Capernaúm.
Pero les digo la verdad, ningún profeta es aceptado en su propio pueblo”.
Jesús no hizo muchos milagros en la ciudad donde creció porque las personas no creían en él. Jamás hubieran imaginado que habitó entre ellos el Hijo de Dios.
Para que suceda el obrar portentoso de Dios en cada circunstancia, no solo se necesita la presencia del Señor, sino la fe de las personas que van a recibir este beneficio.
Nazaret no recibió el dulce obrar de Dios en los tiempos de Jesús por su falta de fe. Pregúntate con sinceridad: ¿Estoy deteniendo el obrar de Dios en mi vida porque no termino de creer que el Todopoderoso va delante de mí?
No siempre es el Señor el que cierra las puertas; a veces es nuestra incredulidad y desobediencia la que posterga la bendición de un Dios justo.
Hagamos los cambios que sean necesarios y nuestra familia será beneficiada.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Jesús continuó: “Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: “¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm”. Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra”.
— Lucas 4:23-24
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