Servir al Señor es algo maravilloso. Lo hacemos con un profundo agradecimiento, pues Él ha cambiado nuestro lamento en un gozo interior inexplicable.
La clave es mantener nuestra comunión íntima con Dios, sin dejar de ver y atender a un mundo necesitado de amor.
Jesús lo explicó con estas palabras: “Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Como la rama no puede llevar fruto por sí misma, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí”.
De esta manera, dejó en claro que el servicio a los demás es muy importante, pero pierde su efectividad y propósito, si descuidamos nuestra relación íntima y personal con Jesús.
De manera inversa, solo relación con Dios, sin mirar el dolor de los demás, puede lindar con la vanidad espiritual y el egoísmo.
Jesús añadió: “Yo soy la vid, ustedes las ramas; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada pueden hacer”.
Vayamos a la fuente de agua viva, a la presencia de Dios; llenemos nuestros cántaros de este recurso imprescindible, y vertámoslo sobre las desérticas arenas de este mundo.
No se trata de cumplir programas; se trata de llevar un fruto que permanezca.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí”.
— Juan 15:4
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