Jesús entró en Jericó, y sucedió que un varón llamado Zaqueo, jefe de los tributos públicos, procuraba conocerle. Este hombre era pequeño de estatura, y a causa de la multitud no podía ver nada. Por tanto, subió a un árbol para esperar que pase por allí el Salvador.
Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”.
¿Quién le dijo a Jesús cuál era el nombre de este principal personaje? ¿Y cómo supo que este hombre quería conocerle?
Es indudable que el autor de nuestra vida conoce nuestro nombre, nuestra historia, nuestros triunfos y derrotas; y siempre está atento a nuestra necesidad.
Zaqueo era un hombre logrado, su vida económica estaba resuelta, y gozaba de gran importancia en su círculo. Pero Jesús pudo ver más allá, y vio en Zaqueo a un niño trepado en un árbol, buscando conocer a Dios.
Jamás podremos impresionar al Señor con nuestra imagen de seguridad y aplomo. Al igual que Zaqueo, necesitamos treparnos al árbol de la humillación, y desde allí, llamar la atención del Señor para que nos extienda sus brazos de misericordia.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso”.
— Lucas 19:5-6
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