Se presentaron ante Jesús los religiosos y políticos para preguntarle: “¿Es lícito dar tributo a César o no? ¿Daremos o no daremos?”. Era el momento para hacer caer al Salvador.
Si Jesús decía que sí a los tributos, esto exacerbaría a los judíos que buscaban liberarse del Imperio Romano. Si decía que no, inmediatamente sería tomado preso por sublevación.
El Señor, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: “¿Por qué me tientan? Tráiganme una moneda para verla”. Ellos se la trajeron; y les dijo: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?”. Ellos le dijeron: “De César”.
Entonces, respondió Jesús: “Denle a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Y se maravillaron.
El Salvador no desaprovechó la oportunidad para enseñar que la vida espiritual también comprende el preocuparnos por el desarrollo de nuestra comunidad, ciudad y país. Parte de nuestro testimonio es también aportar con nuestro esfuerzo y tributos públicos.
¿Quiere Dios que más familias tengan acceso al agua potable, electricidad y viviendas dignas, o solo se trata de su salvación? Pues, si el Señor quiere ambas cosas, ¿Cómo no involucrarnos en una causa tan noble para seguir honrando a Dios?
Tenemos un compromiso con el Estado en el cual vivimos, y con Dios, por el cual existimos.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea. Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él”.
— Marcos 12:15-17
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