Hoy en día se destaca mucho la fuerza del carácter para triunfar. Se promueve la independencia y la autosuficiencia como banderas de libertad.
Muy por el contrario, Jesús nos lleva a otra actitud cuando dice: “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como un niño será el más grande en el reino de los cielos”.
Se requiere de la humildad y fe de un niño, no solo para entrar al reino de los cielos, sino también para permanecer en este mundo bajo la protección de Dios.
La dependencia y confianza absoluta de un niño hacia su padre grafica brillantemente el estilo de vida que el Señor quiere para sus hijos.
De hecho, esto colisiona violentamente con la filosofía de este mundo, cuya tendencia es a vivir de una manera autónoma, ajenos a toda sujeción, llámese Dios, padres o familia.
Por eso, cuando llegamos a la vida cristiana debemos sacudirnos de los rastros que nos trajo la autosuficiencia, la dureza de corazón y la orfandad espiritual.
Ahora somos hijos de Dios, volvamos a ser como niños: Aprendamos a reír, correr y abrazar a nuestro Padre Celestial, conscientes de su mirada y protección amorosa.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Entonces dijo: “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como un niño será el más grande en el reino de los cielos”.
— Mateo 18:3-4
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