Jesús aconsejaba: “Cuando te inviten a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor. Más bien, ocupa el lugar más humilde, al final de la mesa. Entonces, cuando el anfitrión te vea, vendrá y te dirá: “Amigo, tenemos un lugar mejor para ti”. Entonces serás honrado delante de todos los demás invitados.
Pues aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados”.
Este pasaje nos habla del ego personal y la gran necesidad que tenemos de ser reconocidos por los demás. Es importante recibir la felicitación por los logros obtenidos, se siente muy bien ser admirado sanamente por una apariencia o personalidad agradable.
Pero de allí a adquirir una conducta enfermiza por figurar o ser el centro de la atención, hay un abismo insalvable. El ego personal nos juega malas pasadas constantemente. Por eso dañamos hogares, abandonamos trabajos y dividimos iglesias.
Trabajemos y sirvamos a los demás en humildad. La vida no consiste en ganar aplausos efímeros. Hay una satisfacción más grande: Haber cumplido con el deber, dejar huella y ser exaltados por el Señor con nuevas y mayores responsabilidades.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Pues aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados”.
— Lucas 14:11
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