Jesús subió a un monte y llamó a los que quería que lo acompañaran. Se acercaron a él y luego nombró a doce de ellos como sus apóstoles. Estarían muy cerca del Maestro y más adelante los enviaría a predicar del amor de Dios.
Podemos observar que es el Señor el que escoge a sus discípulos y apóstoles. También les indicó: “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes” (Juan 15:16).
Aun antes de su nacimiento, Dios ya tenía un plan diseñado para ellos. Los acompañó y preparó desde su infancia a través de su adolescencia, juventud y adultez, sin que ellos lo hubieran advertido.
Lo mismo sucede en la actualidad con los que son llamados. Aunque no nos hayamos percatado, Dios siempre estuvo a nuestro lado en cada etapa feliz y sombría, hasta que llegó el día de nuestra salvación.
Hemos sido escogidos por Jesús para estar en su presencia. Luego, una vez transformados por su amor, somos enviados a llevar las buenas nuevas.
Todo fue pensado de antemano: Desde el vientre de nuestra madre fuimos formados física y psicológicamente para ser buenos discípulos de Cristo, instrumentos útiles para su reino.
Tengamos el cuidado necesario y valoremos este glorioso designio. Hay un plan divino y maravilloso para nuestras vidas. Nos toca averiguar con diligencia el propósito exacto.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Tiempo después Jesús subió a un monte y llamó a los que quería que lo acompañaran. Todos ellos se acercaron a él. Luego nombró a doce de ellos y los llamó sus apóstoles. Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a predicar”.
— Marcos 3:13-14
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