Hay un momento en que Jesús se enfrentó a Satanás en pleno desierto. El maligno le presenta 3 tentaciones.
De todas ellas, el Señor salió airoso usando la Palabra de Dios. Lo curioso es que dos de estas tenciones inician sembrando dudas en la propia identidad del Salvador.
Satanás le decía: “Si eres Hijo de Dios… haz esto para demostrarlo”.
El ataque a la identidad de Jesús se ha vuelto muy recurrente, ahora en los hijos de Dios. El maligno siembra dudas aun en los seguidores de Cristo.
Hoy en día, cuando un cristiano le falla al Señor puede llegar al punto de desanimarse tanto, hasta pensar que ya no es un hijo de Dios por lo que ha hecho.
El enemigo ataca a nuestra mente hasta intentar hundirnos, y nos sugiere abandonar la fe.
Allí es necesario recordar que al inicio Dios nos amó incondicionalmente, y nos regaló su salvación sin ningún mérito en nosotros.
Nada ha cambiado desde entonces: La salvación sigue siendo inmerecida, su perdón es absoluto, y la decisión de acercarnos a Él es totalmente nuestra.
Al aceptar a Cristo como nuestro Señor y Salvador, hemos recibido la potestad de ser hechos hijos de Dios para siempre. Podemos equivocarnos, caer y levantarnos, pero nada puede revertir el acta que ha sido proclamada desde el cielo.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.
— Lucas 4:3-4
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