Unas horas antes de ser arrestado y llevado a la cruz, Jesús oró por sus discípulos.
Se dirigió a Dios con estas palabras: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado”.
Para el Señor, sus discípulos de entonces y sus discípulos de hoy, deben de estar insertados en la sociedad. Él jamás nos ordenó a estar aislados, ni mucho menos a ser indiferentes a lo que sucede en nuestra comunidad.
Un discípulo de Jesús debe estar en medio de la gente, ser responsable en su círculo de estudios, compartir en el trabajo con honestidad, estar informado de lo que sucede en su país y en el mundo.
Solo entonces, podremos identificarnos con los demás, celebrar sus éxitos, ayudarles en sus dudas y acompañarles en los momentos de dolor.
Ya muy pocos escuchan a predicadores profesionales, monotemáticos, ajenos a la realidad del día a día. La gente preferirá prestar sus oídos a sus amigos cristianos que, aunque diferentes, siempre están en los momentos en que ellos más los necesitan.
Jesús manifestó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”.
“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado”.
— Juan 17:15, 18
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