Estaba Jesús y sus discípulos en una mesa con muchos cobradores de impuestos y otros invitados que no eran aceptados por los judíos.
Así que los religiosos y maestros de la ley les reclamaron severamente: “¿Por qué comen y beben con semejante escoria?”.
Jesús les contestó: “La gente sana no necesita médico, los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores y necesitan arrepentirse”.
El Señor nos acepta tal y como estamos, y no hace acepción de personas. El requisito es reconocer que hemos vivido equivocados y que ansiamos una vida nueva con Él.
No hay por qué fingir en su presencia, ni mostrar lo que no somos. Jesús ha venido a sanar y restaurar a todo aquel que se reconoce enfermo, quebrantado por la vida y hambriento de la presencia de Dios.
Todos llegamos con heridas, todos llegamos con hábitos dañinos, con inseguridades y desconfianza. Pero el Señor nos recibe así, extiende sus brazos de amor y comienza en nosotros un maravilloso proceso de restauración.
Solo aquel que se olvidó cómo llegó y ha perdido gratitud, podría excluir a otros de la gracia de Dios.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Jesús les contestó: “La gente sana no necesita médico, los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores y necesitan arrepentirse”.
— Lucas 5:31-32
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