Juan el Bautista reunía multitudes y los bautizaba como señal de arrepentimiento.
Para Juan, los frutos dignos de arrepentimiento eran la manera visible de determinar cuándo alguien había decidido cambiar de rumbo para venir al reino de Dios.
A los tradicionalistas les advirtió no confiar en su herencia religiosa como un medio de salvación.
A los que habían sido prosperados les invitó a compartir abrigo y alimentos con los demás.
A los que tenían cargos públicos les exhortó a no oprimir al pueblo, al punto de dejarlos en la pobreza.
A los soldados les incitó a renunciar al abuso, la calumnia, la extorsión, y les pidió contentarse con su propio salario.
Todo el que mostró frutos dignos de arrepentimiento fue bautizado sin ninguna distinción.
No importa nuestro pasado; todos tenemos la oportunidad de cambiar de rumbo, viniendo a Jesús. Cada mañana podemos preguntarnos: ¿Tengo yo frutos dignos de arrepentimiento? En eso radica si somos o no salvos.
Más adelante, el Señor diría: “Todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. Así que por sus frutos los conocerán” (Mateo 7:17,20).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados”.
— Marcos 1:4-5
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