Cuando nos reunimos, hablamos de situaciones, objetos o personas. Pero lo que más nos encanta es hablar de personas, bien o mal; a veces más mal que bien.
Sobre esto, Jesús señaló: “¿Por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo cuando tú tienes un tronco en el tuyo?
¿Cómo puedes decir: Amigo, déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo?
¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo”.
¿Te imaginas usar esa extraordinaria capacidad que tenemos para ver los errores de los demás, en nosotros mismos? ¡Qué tremendos hombres y mujeres seríamos!
Luego podríamos ayudar a las personas con mayor eficacia, desde la experiencia de alguien que ha tenido la humildad de hacer cambios en su propia vida, alguien que no critique, que procure el bienestar de todos.
La primera tarea de un seguidor de Cristo es dejar que el Espíritu Santo obre en su interior. Anunciamos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su Luz Admirable.
No hay mérito en nosotros para jactarnos. Por tanto, no estamos autorizados para censurar a las personas. Solo podemos extenderles la mano, mirarlos con amor, y llevarlos a Jesús.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo”.
— Mateo 7:3-5
Comparte la meditación del día con tus amigos en las redes sociales. Un mensaje oportuno puede marcar la diferencia en su camino.











Deja un comentario