Jesús decía a sus discípulos: “Nadie enciende una lámpara y luego la esconde o la pone debajo de una canasta. En cambio, una lámpara se coloca en un lugar alto donde todos los que entren en la casa puedan ver su luz”.
Es hermoso estar entre hermanos de una misma fe. Es como estar en una isla disfrutando de la paz en medio de la belleza de los árboles. Quisiéramos quedarnos allí por siempre porque nos recuerda un poco al cielo que anhelamos.
Pero es justamente esa isla atractiva, cuando se vuelve exclusiva, la que puede separarnos irónicamente de nuestro gran propósito aquí en la tierra.
Somos lámparas de Dios para iluminar este mundo. Es especial cuando nos juntamos cada semana para recibir el nuevo aceite y formamos una inmensa luz para adorar juntos al Señor.
Mas el propósito de ser lámparas sigue siendo alumbrar en medio de la oscuridad. Allí donde hay tinieblas, somos llamados a iluminar; allí donde escasea la luz, nos toca brillar.
Nos vamos a juntar como lámparas cada semana para rendirle tributo al Señor, pero luego nos vamos a desplegar estratégicamente, hasta que cada rincón de la tierra pueda ver la luz admirable de Jesús.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Nadie enciende una lámpara y luego la esconde o la pone debajo de una canasta. En cambio, una lámpara se coloca en un lugar alto donde todos los que entren en la casa puedan ver su luz”.
— Lucas 11:33
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