Jesús miraba a la multitud y les decía: “El día del juicio, la reina de Saba se levantará contra esta generación y la condenará, porque vino de una tierra lejana para oír la sabiduría de Salomón. Ahora alguien superior a Salomón está aquí, pero ustedes se niegan a escuchar”.
La reina de Saba gobernaba lo que hoy se conoce como Etiopía, en el extremo oriental del África. Viajó cerca de 2,500 kilómetros para escuchar la sabiduría del rey Salomón.
Salomón era el tercer monarca de Israel y había sido bendecido por Dios con tal sabiduría, que podía gobernar, escribir tratados de ciencia y resolver situaciones imposibles en medio de su pueblo.
La reina de Saba, luego de visitarlo exclamó: “Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído” (1 Reyes 10:6-7).
A pesar de ser muy admirado, Salomón fue solo receptor de la sabiduría de Dios; mientras que Jesús es el mismo Verbo de Dios encarnado. La diferencia es abismal, y solo cabe la pregunta: ¿Viajarías la misma cantidad de kilómetros para escuchar al Salvador? ¿Invertirías tiempo y esfuerzo para oírle? Él está ahora a una hoja de distancia en las Sagradas Escrituras.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“El día del juicio, la reina de Saba se levantará contra esta generación y la condenará, porque vino de una tierra lejana para oír la sabiduría de Salomón. Ahora alguien superior a Salomón está aquí, pero ustedes se niegan a escuchar”.
— Lucas 11:31
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