Hay personas que se acercan a Dios con más facilidad y otras que no. Desde luego, este es un misterio.
Jesús afirmó: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”.
Aquí encontramos a Dios invitando a toda la humanidad a tener un encuentro personal con Él. No hay acepción de personas.
Con cuerdas de amor nos atrae hacia Él, quita todo yugo de esclavitud y dependencia nociva, y nos alimenta con ternura.
Todos aquellos que aceptan la invitación del Padre son puestos al cuidado de Jesús. Él jamás deja a ninguno fuera, y no hay nada que nos separe de su amor.
Lo cierto es que no todos aceptan este ofrecimiento inmediatamente. Algunos lo descartan, otros se toman un tiempo para pensar, y otros vienen al Señor ya heridos por la vida.
Jesús añadió: “Y esta es la voluntad de Dios: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:39).
Tengamos paciencia con otros, la misma paciencia que el Padre tuvo para esperarnos. Nos acompañó y presenció aun nuestros más graves errores. Finalmente, nos recibió en sus dulces brazos de amor y nunca nos echó fuera.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”.
— Juan 6:37
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