Los intérpretes de la ley y los religiosos trajeron a Jesús una mujer sorprendida en el acto mismo de adulterio.
Y allí le dijeron: La ley nos manda apedrearla. Tú, pues, ¿Qué dices? Entonces, el Señor respondió: “El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
Esta historia nos muestra lo rápidos que somos para juzgar a los demás, sin darles la más mínima oportunidad de arrepentirse.
Nos colocamos en un pedestal de superioridad, y desde allí emitimos juicio y sentencia, como una manera de olvidar que también estamos sujetos a error y a malas decisiones.
Aquellos hombres, confrontados por Jesús, y acusados por su conciencia, comenzaron a retirarse de uno en uno.
Finalmente, el Señor dijo a la mujer: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
¿Cuándo fue la última vez que le diste una oportunidad a alguien que había caído? Murmurar es también una manera de lanzar piedras sobre la persona que está en desgracia.
La verdadera grandeza de un hijo de Dios no es jactarse de sus vestiduras limpias; sino empaparse del dolor de los demás y ayudarlos a salir del lodo cenagoso en que se encuentran.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
— Juan 8:7
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