Mientras comían, Jesús tomó un poco de pan y lo bendijo. Luego lo partió en trozos y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tómenlo, porque esto es mi cuerpo”.
Y tomó en sus manos una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Se la dio a ellos afirmando: “Esto es mi sangre, la cual confirma el pacto entre Dios y su pueblo. Es derramada como sacrificio por muchos”.
Jesús explica a través del pan y el vino lo que sucedería. Él es el pan de vida que se partiría por todos nosotros y el vino simbolizaba su sangre que sería derramada en la cruz.
Ambos elementos grafican un pacto precioso entre Dios y los hombres. Cuando comemos el pan, nos identificamos con el dolor de Cristo y nos comprometemos aun a sufrir por su causa.
Cuando bebemos el vino, recordamos que nos ama hasta el punto de derramar toda su sangre, a fin de que alcancemos la bendición de Dios.
Hoy en día celebramos la Santa Cena, no como una ceremonia rutinaria en nuestros programas; sino resaltando su mensaje claro y contundente: La muerte de Jesús por todos nosotros.
Participamos de ella con agradecimiento, y renovamos nuestro compromiso de seguir a Cristo hasta el último día de nuestras vidas.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Mientras comían, Jesús tomó un poco de pan y lo bendijo. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: “Tómenlo y cómanlo, porque esto es mi cuerpo”.
Y tomó en sus manos una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Se la dio a ellos y dijo: “Cada uno de ustedes beba de la copa, porque esto es mi sangre, la cual confirma el pacto entre Dios y su pueblo. Es derramada como sacrificio para perdonar los pecados de muchos”.
— Mateo 26:26-28
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