Un día, Jesús y sus discípulos se pararon frente a un monte y les dijo: “En verdad les digo que cualquiera que dijere a este monte: quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.
El Señor se estaba refiriendo a aquellos montes que interrumpen nuestro camino y que no nos dejan avanzar. En las sendas de la vida van a aparecer dificultades tan grandes, que nuestro primer pensamiento va a ser abandonar.
Pero, ¿Qué hay si es la voluntad de Dios que ordenemos a esa montaña que se mueva para proseguir el camino? Entonces, nuestra fe será probada por esa montaña.
Una vez que sepamos que es la voluntad de Dios seguir en ese proyecto, la clave es no concentrarnos en la montaña, sino en subir a una cumbre mucho más alta, en la presencia del Padre Eterno.
Desde el monte santo de la oración, desde la perspectiva del Altísimo, veremos aquellas “montañas inalcanzables” como pequeñas. ¿Habrá algo imposible que el Señor no pueda mover de nuestro camino?
“Vengan y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas” (Isaías 2:3).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Porque de cierto les digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.
— Marcos 11:23
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