Aparte de sus apóstoles, Jesús designó también a otros setenta discípulos, a quienes envió de dos en dos a toda ciudad y lugar adonde él iba a ir.
A pesar del aumento de sus seguidores, el Señor sabía que no se abastecerían para llegar a tantos poblados anunciando que el reino de Dios se había acercado.
Por eso les decía: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rueguen al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”.
Para todos era sabido que la mies, es decir, el campo de cultivo de cereales, tenía un tiempo exacto para la cosecha. Un agricultor experimentado podía distinguir ese tiempo por el tamaño, color y olor de las espigas.
Cuando el campo era demasiado extenso, el dueño de la mies llamaba a más obreros para celebrar una gran cosecha.
El símil era perfectamente entendible para sus discípulos, y se ajusta con precisión a los tiempos finales que vivimos.
La mies, es la humanidad que gime a una voz por su encuentro con Dios. El tiempo de la cosecha es hoy, y la invitación para ser un obrero de Jesús es para todos nosotros.
El Señor manifestó: “Alcen sus ojos y miren los campos, porque ya están blancos para la cosecha” (Juan 4:35).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rueguen al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”.
— Lucas 10:1-2
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