Observando Jesús cómo escogían los primeros asientos a la mesa, les dijo a los convidados: “Cuando fueres invitado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar”.
Hay un deseo interior en todos nosotros de ser reconocidos por los demás. Nos gustaría que todos supieran las cosas buenas que hacemos, y los logros que hemos obtenido.
Así, en sentido figurado, a todos nos gustaría ocupar el primer lugar de las mesas y ser distinguidos por nuestra labor. Lamentablemente, cuando esto no ocurre, nos alejamos de los grupos, nos resentimos, y aun envidiamos al que es elogiado.
Jesús añadió: “Más bien, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: Amigo, pasa más adelante a un lugar mejor. Así recibirás honor en presencia de todos los demás invitados.
Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido”.
Sigamos el ejemplo de Cristo: Las multitudes quisieron sentarlo en un trono terrenal como rey, pero Él renunció a la aclamación. Prefirió el servicio silencioso y morir por todos ellos. Por tal razón, Dios lo exaltó hasta lo sumo y ahora está sentado a la diestra del Altísimo.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar”.
— Lucas 14:8-9
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