Jesús terminó su modelo de oración, invitándonos a decir: “Y no permitas que cedamos ante la tentación, mas líbranos del mal”.
La tentación es la invitación a quebrantar las normas de Dios y a romper el puente de amistad con el Creador. Por supuesto, la tentación nunca nos dice todo esto. Solo nos presenta una opción atractiva y egocentrista para satisfacer nuestra necesidad de reconocimiento.
La tentación apela a nuestros deseos carnales, a nuestros anhelos de justicia propia, a las frustraciones que cargamos encubiertamente.
No por casualidad, en esta frase, Jesús liga la tentación con el mal. Sufrir tentaciones no es necesariamente llegar a pecar; pero cuando la tentación desencadena en pecado, inmediatamente se abre una ventana para que el mal ingrese a nuestra vida y familia.
El enemigo de nuestras almas procura destruir a la humanidad, y si no puede entrar por la puerta oficial, buscará entrar por las ventanas que nosotros abrimos al ceder a las tentaciones.
Jesús dijo: “Velen y oren para que no caigan en tentación” (Mateo 26:41). No basta con solo tener una buena comunión con Dios. “Velar” implica reconocer cuáles son nuestras áreas de debilidad y cuáles son nuestros pecados repetitivos. Por allí, es probable que venga nuestra próxima tentación.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que pecan contra nosotros. Y no permitas que cedamos ante la tentación, mas líbranos del mal”.
— Lucas 11:4
Comparte la meditación del día con tus amigos en las redes sociales. Un mensaje oportuno puede marcar la diferencia en su camino.











Deja un comentario