“Estando en Jerusalén, muchos creyeron en el nombre de Jesús, al ver las señales que hacía. Pero el Señor mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos. Y no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior de cada uno”.
Este es un aspecto muy importante de la persona de Jesús. Él conoce lo profundo de nuestro corazón y sabe cuándo le buscamos solo por sus favores, señales y milagros. Si somos honestos, todos tenemos temporadas así.
A pesar de ello, el Señor está siempre pendiente de nosotros, invitándonos a dar un paso más, y entablar una comunión íntima y personal con él.
Jesús sigue diciendo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Podemos escoger entre recibir sus favores solo en la puerta o dejarlo entrar a nuestra vida. La cena en la cultura hebrea tenía un significado muy particular. Cuando alguien te invitaba a cenar, te estaba diciendo: “Quiero conocerte más, escucharte y entablar una amistad sólida”.
Esa es la invitación que nos hace el Señor: A no solo tenerle como un proveedor de favores; sino como un amigo y consejero fiel.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”.
— Juan 2:23-25
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