Un religioso invitó a Jesús a comer a su casa y se sorprendió porque no se lavó las manos antes de sentarse, tal como dictaba la tradición.
Y el Señor le dijo: “Ustedes los fariseos, son tan cuidadosos para limpiar la parte exterior de la taza y del plato, pero están sucios por dentro, llenos de avaricia y de perversidad. Necios, ¿No hizo Dios tanto el interior como el exterior?”.
Es verdad que uno debe mantener normas de higiene antes de sentarse a la mesa, pero este era el caso de una práctica netamente por motivos religiosos. Se pensaba que, si uno se lavaba las manos, simbólicamente se estaba lavando el alma para acceder a la provisión de Dios.
Esta enseñanza era incorrecta, pero Jesús aprovechó la oportunidad para mostrar que, si bien es cierto, todos tenemos una vida exterior, no debemos descuidar nuestra vida interior.
Si somos honestos, todos gastamos una parte importante de nuestro tiempo y presupuesto en higiene y arreglo personal. Pero, ¿Qué hay con respecto a nuestra alma? ¿No requiere del mismo tiempo y preocupación?
No descuidemos nuestro aspecto exterior, pero tampoco dejemos de lado nuestro arreglo interior. Por lo menos una vez al día, vayamos a darnos un retoque del alma en la presencia de Dios y su Palabra.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Entonces el Señor le dijo: Ustedes, los fariseos, son tan cuidadosos para limpiar la parte exterior de la taza y del plato, pero están sucios por dentro, ¡llenos de avaricia y de perversidad!
¡Necios! ¿No hizo Dios tanto el interior como el exterior?”.
— Lucas 11:39-40
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