Una de las cosas que nos alejan de Dios son los problemas interpersonales, lo que decimos o hacemos en agravio de los demás.
Jesús lo dijo con estas palabras: “Oyeron que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.
Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que insulte a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que lo maldiga quedará expuesto al infierno de fuego”.
Hay una relación terrible entre matar a alguien e insultarlo y maldecirlo. Matar a alguien es quitarle la vida orgánica que Dios le dio. Mientras que, insultarlo y maldecirlo es matar el alma, arrancarle la dignidad, convencerlo que no vale nada, y alejarlo de los propósitos de Dios.
Ambos son dos tipos de asesinato, y ambos tienen la misma gravedad en el Reino de Dios.
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”.
— Mateo 5:21-22
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