¿Alguna vez te has desanimado y has pensado que Dios no escucha tus oraciones?
Jesús abordó este tema diciendo: “Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, pidiendo: “Hazme justicia de mi adversario”.
Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia”.
Esta es la historia de un juez, que aun siendo injusto, termina atendiendo al pedido de una viuda por su sola insistencia y perseverancia. La comparación que prosigue es concluyente:
“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? Pero cuando venga el hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
Toda situación injusta deriva en un clamor. Todo clamor tiene que ser encausado en una oración. Toda oración debe ser elevada con convicción y constancia. El proceso completo requerirá de fe y paciencia, mas pronto encontrará una respuesta del Juez Soberano.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
— Lucas 18:7-8
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