Luego de la muerte de Jesús, sus discípulos ya no sabían qué sucedería. ¿Cumpliría el Salvador con su promesa de regresar a ellos? ¿O habrían terminado sus días como discípulos?
En medio de su tristeza, salieron a pescar desesperanzados. Pasaron toda la noche, mas no obtuvieron ningún resultado.
Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa, mas no le reconocieron. Él les preguntó: “Hijitos, ¿Tienen algo de comer?” Le respondieron: “No”.
Luego, les indicó: “Echen la red a la derecha de la barca y hallarán”. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
Entonces, uno de sus discípulos dijo a Pedro: “Es el Señor”. Y Pedro se puso la ropa y se echó al mar hasta llegar a Él.
Jesús había aparecido en medio de su desdicha, y les mostró de manera contundente lo que es hacer las cosas desesperanzados, y lo que es salir a buscar el sustento con la ayuda y bendición de Dios.
Es difícil batallar contra la desesperanza. Las circunstancias de la vida tienden a ahogarnos, y no nos dejan ver al Señor, sentado en su trono, obrando en favor de nosotros.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces”.
— Juan 21:5-6
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