Estando Jesús en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio comenzó a gritarle: “Vete, ¿Por qué te entrometes con nosotros, Jesús de Nazaret? Yo sé quién eres: El Santo de Dios”.
Pero el Señor lo reprendió: “Cállate, sal de este hombre”. En ese mismo momento, el demonio arrojó al hombre al suelo mientras la multitud miraba; luego salió de él sin hacerle más daño.
La lucha entre el bien y el mal ha sido plasmada por diversas culturas como si estuvieran al mismo nivel, mas no es así en el cristianismo.
Aquí vemos a Jesús dando órdenes al mundo de las tinieblas para que retrocedan y huyan. Es la orden del Creador sobre criaturas que se rebelaron contra Dios.
A pesar de que el Salvador llamó a Satanás “El príncipe de este mundo”, no estaba confirmando algún cargo que el maligno haya recibido de lo alto. Es la humanidad la que, dejando de lado a Dios, ha escogido vivir bajo el control de este siniestro líder y sus huestes.
No tenemos que seguir este derrotero de destrucción: Si tenemos a Jesús de nuestro lado, mayor es el que está con nosotros, que el que está en este mundo.
La Escritura es contundente al establecer: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” (Santiago 2:19).

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Cierta vez que Jesús estaba en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio, un espíritu maligno, clamó, gritando: “¡Vete! ¿Por qué te entrometes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé quién eres: El Santo de Dios!”.
Pero Jesús lo reprendió: “¡Cállate!” le ordenó. “¡Sal de este hombre!”. En ese mismo momento, el demonio arrojó al hombre al suelo mientras la multitud miraba; luego salió de él sin hacerle más daño”.
— Lucas 4:33-35
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