Entraba Jesús en una aldea, y le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales le decían: “Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros”.
Y él les respondió: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes”. Aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Entonces, uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz. Y se postró rostro en tierra, dándole gracias a Jesús.
Allí dijo el Salvador: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿Dónde están?”
Esta historia nos recuerda una realidad constante: Somos rápidos para pedir y muy escasos para agradecer. A veces limitamos nuestra relación con Dios a una lista de pedidos, y dejamos de lado los motivos para agradecerle.
En la vida, podemos caminar agradecidos con Dios, o amargados por lo que consideramos que no nos dio. Practicar el agradecimiento nos hace bien física y emocionalmente. Más aún, nos coloca en una posición expectante de bendición.
“El que me ofrece su gratitud, me honra; al que enmiende su conducta le mostraré mi salvación”. (Salmos 50:23)

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
— Lucas 17:17-19
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