Al mediodía, el escenario de la cruz se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde. Luego, Jesús clamó con voz fuerte: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”
El clamor de soledad por parte del Salvador ha sido un misterio durante siglos. ¿Por qué se alejó Dios en la agonía de Jesús? Algunos ateos han dicho que en ese clamor el Salvador reconoció que había fracasado en su propósito.
Lo cierto es que, revisando escrupulosamente el relato, el Monte Calvario se llenó de una densa oscuridad en pleno día. Era el pecado de toda la humanidad reunido en la muerte de Jesús.
Dios no tolera el pecado y por eso se alejó por un momento. El Salvador tenía una íntima comunión con Dios y percibió el alejamiento divino.
Finalmente, el Creador aceptó el sacrificio por los pecados y al tercer día levantó a Jesús de entre los muertos. La era del perdón había comenzado.
Desde esa tarde, comprendimos que Dios no puede convivir con el pecado; pero fue capaz de dar a su propio Hijo para reconciliarnos con Él.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
— Mateo 27:45-46
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