Y llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota. Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él lo rechazó. Después los soldados lo clavaron en la cruz. Eran las nueve de la mañana.
Jesús había tomado la firme decisión de enfrentar la tortura y muerte de cruz. Una costumbre en la época era brindar ciertos brebajes alucinógenos a los sentenciados, con el fin de mitigar su dolor ante una cruel agonía.
Por eso se le ofreció a Jesús vino mezclado con mirra, cuyo efecto era como una droga que reduciría mínimamente su sufrimiento.
El Salvador se negó a recibir este paliativo y afrontó el inmenso dolor de la cruz en una agonía que rasgaba su cuerpo desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde.
Era necesario que el Cordero de Dios deshiciera el efecto del pecado, libre de toda contaminación, para que su sangre derramada pudiera limpiarnos de toda maldad.
Hasta ese punto, y guardando el más mínimo detalle de las Escrituras, nos amó el Señor.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Y llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota (que significa “Lugar de la Calavera”). Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él lo rechazó.
Después los soldados lo clavaron en la cruz. Dividieron su ropa y tiraron los dados para ver quién se quedaba con cada prenda. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron”.
— Marcos 15:22-25
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