Estaba Jesús en los momentos culminantes de su vida. Se hallaba en el monte de los Olivos, junto con sus discípulos. Y entonces les dijo: “Todos se escandalizarán de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas”.
El Señor se estaba refiriendo al momento de su captura y a la reacción que tendrían sus discípulos, sus ovejas. Les estaba adelantando que todos tropezarían por miedo en ese momento y que huirían, dejando completamente solo a su Maestro.
El pastor sería herido, no porque haya perdido el control de la situación, sino porque para eso había venido a este mundo.
Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar”.
Tremenda demostración de amor y sacrificio tuvo resultados extraordinarios en sus ovejas, los discípulos. Una vez que Jesús murió y resucitó, se reunió con ellos y los restauró. Se levantaron de su fracaso y recibieron el encargo de ser pastores para muchas más ovejas.
Desde entonces, el Señor sigue formando nuevos pastores, amorosos y sacrificados. Gente que cuide a su familia, su comunidad; personas dispuestas a alcanzar a la última oveja dispersa.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”.
— Juan 10:11
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