De acuerdo al relato de Jesús, el “hijo pródigo” pidió la herencia adelantada a su padre, se marchó, vivió en el desenfreno y quedó totalmente pobre.
Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: “En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, y aquí estoy yo, muriéndome de hambre.
Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero”.
El joven de nuestra historia tuvo una caída vertiginosa, pisó fondo para al fin reflexionar.
A veces, Dios permite estos vacíos y pausas largas de tristeza, para que podamos evaluar por qué llegamos a tan dramática situación.
Por último, entró en razón; tuvo que reconocer que vivió fuera de sí, enloquecido por el dinero, los placeres y el desenfreno.
Decidió volver a la casa de su padre, admitiendo que no solo había partido el corazón de su familia; sino que atentó contra Dios por su pecado de rebeldía.
También pensó que había perdido su categoría de hijo, y se dio con la sorpresa que su propio padre corrió para recibirlo y abrazarlo.
Esta es una excelente figura de la paternidad, sabiduría y amor que Dios tiene para con sus hijos, cuando regresan a Él.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: “En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo, muriéndome de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero”.
— Lucas 15:17-19
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