Se encontraba Jesús en casa. E inmediatamente se juntaron muchos. Ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la Palabra.
Entonces, vinieron a Él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a Él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Todos se quedaron muy sorprendidos. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al que yacía postrado: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Acto seguido, exclamó con autoridad: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
En ese momento, el paralítico se levantó y salió delante de todos.
Cuatro amigos con una gran fe se pusieron de acuerdo para llevar a este joven ante Jesús. Cuatro amigos decidieron no salvarse solos y ayudar al que estaba imposibilitado. Cuatro amigos no se detuvieron ante la barrera humana y se hirieron las manos, escarbando el techo.
Por eso Jesús los vio con ojos de misericordia y les concedió el milagro para su amigo.
El día que caigamos en cama, que Dios nos conceda tener amigos así. Mientras tanto, procuremos ser como estos cuatro y carguemos amigos afligidos para llevarlos a Jesús.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”.
— Marcos 2:3-5
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