En el día de reposo, Jesús entró en la sinagoga de Nazaret. Y allí leyó: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; y a predicar el año agradable del Señor”.
Esta profecía se cumplió delante de todos. Jesús había venido a este mundo para dar las buenas nuevas de salvación: “Para que todo aquel que crea en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
También había venido para curar las heridas internas de todos aquellos que habían sido dañados en sus emociones, a los cuales llamaba “Los quebrantados de corazón”.
Vino además a anunciar libertad para los que vivían presos en sus propias culpas y hábitos dañinos, aquellos cautivos que vivían sin esperanza.
No olvidó a los ciegos, a los cuales les concedió el milagro de la vista. Los ciegos físicos y los ciegos espirituales recibieron el milagro de creer en Él.
A partir de ese momento, comenzó el “Año agradable del Señor” y continúa hasta nuestros días. Jesús sigue sanando corazones, liberando a los oprimidos, restaurando la vista a los ciegos, y dando vida eterna a todo aquel que se refugia en Él.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y
vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”.
— Lucas 4:18-19
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