Juan el Bautista aparece, súbitamente, predicando en el desierto. Su mensaje era muy sencillo: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado”.
Arrepentirse es, en primer lugar, evaluar lo que uno está haciendo, y considerar el daño que nos produce a nosotros o a los demás.
El segundo paso es dejar esa práctica nociva e ir exactamente hacia el lado contrario. Pensemos en ese hábito dañino, y procuremos ser totalmente honestos.
Juan el Bautista nos da la mayor motivación para dejar todo aquello que, lejos de sumar, nos roba la paz con Dios. Él afirmó: “El Reino de los Cielos se ha acercado”.
El Reino de los Cielos es la persona de Jesús, que viene a extendernos su amor y perdón. El Señor se acerca a nuestras vidas, no para condenarnos en nuestros errores, sino para rescatarnos de esa vana manera de vivir.
Puede ser difícil renunciar a ese hábito escondido, apartarnos de esa persona perniciosa, desistir de ese negocio indebido; pero al girar en sentido contrario, nos encontraremos nuevamente con los dulces brazos de Dios, y eso es verdaderamente invalorable.
Dice el Señor: “Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado”.
— Mateo 3:1-2
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