Jesús fue al lago con sus discípulos, y una gran multitud lo siguió. La gente llegaba de todas las provincias cercanas y lejanas. Los enfermos empujaban hacia adelante para poder tocarlo.
Las noticias sobre sus milagros corrían por todas partes. Había mucha pobreza, y cuando la gente se enfermaba no tenía acceso a medicinas ni a especialistas en la salud.
Por eso, cuando apareció Jesús, fue la única oportunidad que tenían de salir de sus dolencias, y había que hacer un largo viaje para encontrarse con Él.
Dios ha reservado la salud y la enfermedad a su exclusivo control. El avance de la ciencia solo descubrirá aquello que Él ya ha creado de antemano para nuestro bienestar.
A veces, el Creador permite las enfermedades como una luz roja en nuestro camino, una pausa provechosa para tener toda nuestra atención y observar con detenimiento lo nuevo que Él tiene para nosotros.
La gente seguirá buscando a Jesús durante su enfermedad. Sea que tomemos una medicina o estemos privados de ella, siempre será una oportuna ocasión para tener un decisivo encuentro con Dios.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Jesús encargó a sus discípulos que prepararan una barca para que la multitud no lo apretujara. Ese día sanó a tanta gente que todos los enfermos empujaban hacia adelante para poder tocarlo”.
— Marcos 3:9-10
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