Una vez resucitado, Jesús apareció en medio de sus discípulos y les dijo: “Paz a ustedes”. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
Y Jesús, refiriéndose a sí mismo, añadió: “Era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones”.
Podemos resaltar que lo primero que el Señor impartió a sus discípulos fue su paz. Era obvio que no solo estaban reunidos para orar, sino que estaban aislados por temor.
Habían sido instruidos por Jesús mismo durante cerca de tres años. Lo que no sabían, es que habían sido instruidos para ser más fuertes, para enfrentar todo tipo de crisis, inclusive la ausencia física de su propio líder.
A partir de ese momento, pasaron a una nueva etapa: La etapa de la fe. Ya no verían a su Maestro de una manera tangible; ahora les tocaría creer que Él estaría con ellos todos los días.
Al inicio perdieron la paz cuando experimentaron la ausencia del Señor, y luego la recuperaron con su presencia.
Desde entonces nos pasa lo mismo a todos: Cada vez que estamos intranquilos, nerviosos e inseguros, con toda certeza nos hemos alejado leve o notoriamente del Maestro.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: “Paz a vosotros”. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu”.
— Lucas 24:36-37
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