Un padre de familia rogó a Jesús: “Maestro, traje a mi hijo para que lo sanaras. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes”.
¿Cómo que “si puedo”?, preguntó Jesús. “Todo es posible si uno cree”. Al instante el padre clamó: “Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad”.
¡Qué expresión más sincera y reveladora! Este padre de familia creía en el poder de Jesús, pero su mente lógica y racional le impedía recibir el milagro.
Y es que hay tres tipos de incredulidad: La incredulidad que niega todo accionar más allá de los sentidos.
También está la incredulidad que no nos permite profundizar en el conocimiento de Dios por miedo a sus demandas.
Y además existe la incredulidad de aquel que está resentido con Dios, pues considera que no le ayudó en un momento de necesidad.
Aquel día, Jesús realizó dos milagros en un solo acto: Restableció la salud del muchacho y erradicó para siempre la incredulidad de su padre.
Y en tu caso, ¿Cuál es el tipo de incredulidad que te impide profundizar tu relación con Dios?

VERSÍCULO DEL DÍA:
“¿Cómo que “si puedo”?, preguntó Jesús. Todo es posible si uno cree.
Al instante el padre clamó: ¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad!
— Marcos 9:23-24
Comparte la meditación del día con tus amigos en las redes sociales. Un mensaje oportuno puede marcar la diferencia en su camino.











Deja un comentario