Jesús se estaba preparando para ir a Jerusalén, pero en la ruta tenía que cruzar por Samaria, un pueblo que no era hospitalario con los judíos.
A pesar de eso, envió mensajeros a esa región para que le preparasen un lugar de tránsito dónde descansar. Mas, los habitantes de Samaria no les recibieron y se negaron a alojarles.
Viendo esto, sus discípulos Jacobo y Juan dijeron: “Señor, ¿Quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
Jesús los reprendió porque estaban apelando al poder de Dios para satisfacer sus pasiones egoístas y sus deseos de venganza.
Dios jamás se presta a obedecer órdenes de sus criaturas humanas, y mucho menos para maldecir y hacer daño a los demás.
Si alguna vez somos rechazados o sufrimos alguna injusticia, lo que nos corresponde es remitir la causa a Dios para que Él actúe en sabiduría, justicia y amor.
“Porque el Hijo del Hombre, Jesús, no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas”.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿Quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose Él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea”.
— Lucas 9:54-56
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