Un hombre llamado Nicodemo, principal entre los religiosos, fue a visitar a Jesús de noche, pues, le reconocía como un Maestro que venía de Dios.
Le dijo: “Nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. Y Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
Nicodemo fue a buscar a Jesús de noche para no ser visto. Reconocía el poder de Dios que emanaba del Salvador, pero solo había venido a auscultarlo, a observarlo con curiosidad, sin cruzar la línea de lo personal.
Me hace recordar a mucha gente que habla de Jesús como un tema de estudio, como una figura histórica con hechos asombrosos debatibles, con enseñanzas morales plausibles.
Podemos notar que el Salvador deja de lado esta manera de ver a Dios como un tema a tratar, y se centra en la urgente salvación de Nicodemo.
No va a ser Nicodemo el que analice a Dios; va a ser el Creador el que hurgue en el corazón de Nicodemo y se interese en lo más apremiante: Su salvación.
Por eso Jesús reencauzó el diálogo y le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
— Juan 3:2-3
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