En medio de la multitud, Jesús afirmó: “Los maestros de la ley religiosa son los intérpretes oficiales de las Escrituras. Por lo tanto, practiquen y obedezcan todo lo que les digan, pero no sigan su ejemplo. Pues ellos no hacen lo que enseñan”.
Jesús estaba empleando la ironía para referirse a aquellos maestros que enseñan, pero que no practican; aquellos que llamó directamente “hipócritas”.
Un “hipócrita religioso” es aquel hombre o mujer que definitivamente quiere agradar a Dios, pero que está totalmente centrado en lo externo, en lo superficial, en lo visible para los demás, y ha descuidado su condición interior.
La situación se agrava si este hipócrita se vuelve maestro. Para ellos está la advertencia: “Amados hermanos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta. Y todos fallamos muchas veces” (Santiago 3:1).
El consejo no está direccionado a desmoralizarnos en ser maestros de las Escrituras; sino en no saltar etapas y seguir el proceso natural que Jesús llevó adelante con sus discípulos.
Primero somos llamados, luego somos enseñados, seguidamente empezamos a vivir lo aprendido, damos un buen testimonio a la familia y a la comunidad, y entonces, recién entonces, somos capacitados para enseñar la Palabra de Dios con amor y afabilidad.

VERSÍCULO DEL DÍA:
“Los maestros de la ley religiosa y los fariseos son los intérpretes oficiales de la ley de Moisés. Por lo tanto, practiquen y obedezcan todo lo que les digan, pero no sigan su ejemplo. Pues ellos no hacen lo que enseñan”.
— Mateo 23:2-3
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